lunes, 23 de enero de 2017

La danza

La Danza y el Arte          

La danza, como arte natural y primordial por excelencia, tiene un valor universal y simbólico, porque expresa un sentimiento, un estado del alma. Colabora en la expresión de los mitos, transmisores a su vez de la obra mental del pasado, donde se sobrepone al mundo físico ese otro mundo psíquico elaborado por la humanidad siglo tras siglo, como uno interpretación poética de lo misterioso, vital y eterno, que unen al hombre y sus problemas con la naturaleza.

La más primitiva excitación estética, la del ritmo, encontró en la danza su inmediata expresión desde que los hombres prehistóricos prestaron atención a los sonidos repetidos de la naturaleza. Por eso la primera expresión del ritmo fue ejecutada gracias al repetido chocar de los bastones, el batir de palmas o el choque continuado de los pies con el suelo. Más tarde se agregó la cadencia acompasada del cuerpo, los movimientos de brazos y piernas, así como la asociación de la voz. Pero el momento que a todas esas manifestaciones externas se unió la intención interna de un significado pasional además del placer estético, fue cuando la danza empezó a ser la expresión más completa de los sentimientos humanos.

Pero la danza no evolucionó en expresión interna porque le incorporasen a ella diversos instrumentos musicales; en este aspecto fue casi siempre más emotivo y profundo el monocorde acompañamiento de los tambores que la más bella expresión de canto o el conjunto ya evolucionado de varios instrumentos, porque la danza fue siempre expresividad por sí misma, y sólo el sentimiento estético de los ejecutantes, así como su contenido psíquico y pasional en la ejecución, es lo que hizo a ésta subyugante. Es el punto donde la danza y la música se separan para seguir rumbos distintos en su propia evolución a través de los milenios.

Pero es el caso que la evolución es una idea más adecuada a la música que a la danza en términos generales, porque la música es una elaboración de lo consciente y la danza es un producto del inconsciente, con todo su valor dominador y primitivo, donde el hombre halla las raíces de su propio pensamiento y el porqué de sus actos más insospechados.

Por eso la danza tiene, además de su valor estético, el de su espontaneidad; y desaparecida ésta por preciosismo o aditamentos artificiosos, tiene precisamente su primigenio valor emotivo y evocador del inconsciente del hombre, donde éste se encuentra a sí mismo.
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