La Danza y el Arte
La danza, como arte
natural y primordial por excelencia, tiene un valor universal y simbólico,
porque expresa un sentimiento, un estado del alma. Colabora en la expresión de
los mitos, transmisores a su vez de la obra mental del pasado, donde se
sobrepone al mundo físico ese otro mundo psíquico elaborado por la humanidad
siglo tras siglo, como uno interpretación poética de lo misterioso, vital y
eterno, que unen al hombre y sus problemas con la naturaleza.
La más primitiva
excitación estética, la del ritmo, encontró en la danza su inmediata expresión
desde que los hombres prehistóricos prestaron atención a los sonidos repetidos
de la naturaleza. Por eso la primera expresión del ritmo fue ejecutada gracias
al repetido chocar de los bastones, el batir de palmas o el choque continuado
de los pies con el suelo. Más tarde se agregó la cadencia acompasada del
cuerpo, los movimientos de brazos y piernas, así como la asociación de la voz.
Pero el momento que a todas esas manifestaciones externas se unió la intención interna
de un significado pasional además del placer estético, fue cuando la danza
empezó a ser la expresión más completa de los sentimientos humanos.
Pero la danza no
evolucionó en expresión interna porque le incorporasen a ella diversos
instrumentos musicales; en este aspecto fue casi siempre más emotivo y profundo
el monocorde acompañamiento de los tambores que la más bella expresión de canto
o el conjunto ya evolucionado de varios instrumentos, porque la danza fue
siempre expresividad por sí misma, y sólo el sentimiento estético de los
ejecutantes, así como su contenido psíquico y pasional en la ejecución, es lo
que hizo a ésta subyugante. Es el punto donde la danza y la música se separan
para seguir rumbos distintos en su propia evolución a través de los milenios.
Pero es el caso que la
evolución es una idea más adecuada a la música que a la danza en términos
generales, porque la música es una elaboración de lo consciente y la danza es
un producto del inconsciente, con todo su valor dominador y primitivo, donde el
hombre halla las raíces de su propio pensamiento y el porqué de sus actos más
insospechados.
Por eso la danza
tiene, además de su valor estético, el de su espontaneidad; y desaparecida ésta
por preciosismo o aditamentos artificiosos, tiene precisamente su primigenio
valor emotivo y evocador del inconsciente del hombre, donde éste se encuentra a
sí mismo.
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